Recientemente terminé la lectura de un libro de enorme relevancia en el mundo literario: "Las uvas de la ira" de John Steinbeck, obra que le valió al autor un premio Pulitzer, y a la larga el que le otorgaran el premio Nóbel.
La novela, escrita hace más de 70 años, y ambientada en los tiempos de la Gran Recesión, retrata la dura realidad de la familia Joad, una de las tantas familias de agricultores de Oklahoma, EE.UU, que tras una larga sequía vieron arruinadas sus plantaciones sufriendo cuantiosas pérdidas económicas, quedando ahogados por las deudas, y finalmente perdiendo la concesión de sus tierras. Al verse desahuciados y en la ruina, deciden emigrar, prácticamente sin nada, hacia California, en busca de trabajo, para asi poder continuar con sus vidas. Tras un largo y penoso viaje, se encuentran con una agobiante y demoledora realidad, muy distinta a la que esperaban.
De fácil lectura, con texto está basado en diálogos, es impresionante la vigencia y la actualidad de los planteamientos de Steinbeck, que fueron escritos hace tanto tiempo. En estos dias de indignados, de la primavera árabe, del movimiento 15M y la spanish revolution. Con noticias diarias de tantas personas que claman a gritos un cambio, mayor conciencia social, mayor solidaridad, y mayor humanismo; leer "Las uvas de la ira" te hace reflexionar, te hace darte cuenta de que los oprimidos y los opresores siguen siendo los mismos a pesar de haber pasado casi un siglo, poco ha cambiado, en estos tiempos tan convulsos, de desempleo alarmante, de economías insolidarias y deshumanizadas, de administraciones al servicio del capital; de permanente irrespeto al medio ambiente; cuando leia a Steinbeck me preguntaba ¿estamos ahora en mejor situación que la familia Joad?.
Lo siguiente es un fragmento de la obra:
"Los pequeños campesinos veían aproximarse las deudas como una marea. Pulverizaban los árboles y no vendían la cosecha, podaban e injertaban y no podian recoger. Y los hombres de ciencia han trabajado, han considerado, y la fruta se está pudriendo en el suelo y la mezcla podrida de las tinajas de vino está envenenando el aire. Y prueba el vino... nada de sabor a uva, sólo sulfato y ácido tánico y alcohol. Esta pequeña huerta será parte de una gran propiedad el año próximo, porque las deudas habrán ahogado al propietario. El viñedo pertenecerá al banco. Sólo los grandes propietarios pueden sobrevivir porque también son suyas las conserveras... ...La podredumbre se extiende por el Estado y el dulce olor es una desgracia para el campo. Hombres que pueden hacer injertos en los árboles y hacer la semilla fértil y grande, no saben cómo hacer para dejar que gente hambrienta coma sus productos. Hombres que han creado nuevos frutos en el mundo no pueden crear un sistema para que sus frutos se coman. Y el fracaso se cierne sobre el Estado como una enorme desgracia. Los frutos de las raices de las vides, de los árboles, deben destruirse para mantener los precios, y esto es lo más triste y lo más amargo de todo. Cargamentos de naranjas arrojados en el suelo. La gente vino de muy lejos para coger la fruta pero no podia ser. ... hombres con mangueras arrojan chorros de queroseno en las naranjas y se enfurecen ante semejante crimen y se enfadan con la gente que ha venido por la fruta. Un millón de personas hambrientas, que necesitan la fruta... y el queroseno rociado sobre las montañas doradas. Y el olor a podrido llena el campo... ...eso es un crimen que va más alla de la denuncia. Es una desgracia que el llanto no puede simbolizar. Es un fracaso que supera todos nuestros éxitos. La tierra fértil, las rectas hileras de los árboles, los robustos troncos y la fruta madura. Y niños agonizando de pelagra deben morir por no obtenerse un beneficio de una naranja. Y los forenses tienen que rellenar los certificados -murió de desnutrición- porque la comida debe pudrirse, a la fuerza debe pudrirse. La gente viene con redes para pescar en el río y los vigilantes se lo impiden; vienen en coches destartalados para coger las naranjas arrojadas, pero han sido rociadas con queroseno. Y se quedan inmóviles y ven las patatas pasar flotando, escuchan chillar a los cerdos cuando los meten en una zanja y los cubren con cal viva, miran las montañas de naranja escurrirse hasta rezumar podredumbre, y en los ojos de la gente re refleja el fracaso; y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y cogen peso, listas para la vendimia"
John Steinbeck . Las uvas de la ira. 1939
Aterroriza darse cuenta de lo poco que hemos evolucionado en casi cien años, que la gente siga muriendo de hambre mientras los responsables de los sectores agroindutriales siguen tirando a la basura toneladas de alimentos, mayormente por ineficiencias del mercado. Las grandes empresas expendedoras, tiran infinidad de productos por estar cercana su fecha de caducidad. Al respecto se puede ver el documental de Agnes Vardá "Los espigadores y la espigadora" en la que vemos como en Francia, patatas de menos de 3 centimetros pero de más de 7 se quedan fuera de la cadena de distribución comercial y son desechadas; también vemos como en el pais galo, puntero del desarrollo y buque insignia de la Unión Europea, hay gente que por necesidad, vive literalmente de lo que se tira a la basura.
¿Cómo es que en esta era de Internet, de fibra óptica, de terapias con celulas madre, de nanotecnología, de estaciones espaciales, de robots y micro-cirugia mediante inteligencia artificial; todavia ocurren estas cosas? ¿Cómo es que en el mercado mayorista de Sevilla se tiran a la basura 10 contenedores llenos de plátanos mientras hay niños muriendo de hambre?
¿Porqué los grandes gurús internacionales de la economia no han diseñado mecanismos para rentabilizar la comercialización y distribución de todos esos alimentos que se tiran a la basura? Sería una interesante línea de investigación, porque todos saldriamos ganando, empezando por el ambiente, ya que los desenfrenados ritmos de producción agroalimentaria actual no son sostenibles, y lo peor es que tal depredación del planeta se hace para que mucha de esa comida acabe en la basura, intacta.
Creo que el abuelo Steinbeck fué uno de los primeros "indignados", tal como lo plantearía hoy en dia Stéphane Hessel. Si viviera en la España de hoy, seguramente lo podriamos encontrar en Madrid, en la Puerta del Sol, o en la Plaza de las Setas de Sevilla.
Ojalá este despertar de los jovenes españoles no quede en los mismos resultados que Steinbeck obtuvo con su denuncia hace casi cien años.
La novela, escrita hace más de 70 años, y ambientada en los tiempos de la Gran Recesión, retrata la dura realidad de la familia Joad, una de las tantas familias de agricultores de Oklahoma, EE.UU, que tras una larga sequía vieron arruinadas sus plantaciones sufriendo cuantiosas pérdidas económicas, quedando ahogados por las deudas, y finalmente perdiendo la concesión de sus tierras. Al verse desahuciados y en la ruina, deciden emigrar, prácticamente sin nada, hacia California, en busca de trabajo, para asi poder continuar con sus vidas. Tras un largo y penoso viaje, se encuentran con una agobiante y demoledora realidad, muy distinta a la que esperaban.
De fácil lectura, con texto está basado en diálogos, es impresionante la vigencia y la actualidad de los planteamientos de Steinbeck, que fueron escritos hace tanto tiempo. En estos dias de indignados, de la primavera árabe, del movimiento 15M y la spanish revolution. Con noticias diarias de tantas personas que claman a gritos un cambio, mayor conciencia social, mayor solidaridad, y mayor humanismo; leer "Las uvas de la ira" te hace reflexionar, te hace darte cuenta de que los oprimidos y los opresores siguen siendo los mismos a pesar de haber pasado casi un siglo, poco ha cambiado, en estos tiempos tan convulsos, de desempleo alarmante, de economías insolidarias y deshumanizadas, de administraciones al servicio del capital; de permanente irrespeto al medio ambiente; cuando leia a Steinbeck me preguntaba ¿estamos ahora en mejor situación que la familia Joad?.
Lo siguiente es un fragmento de la obra:
"Los pequeños campesinos veían aproximarse las deudas como una marea. Pulverizaban los árboles y no vendían la cosecha, podaban e injertaban y no podian recoger. Y los hombres de ciencia han trabajado, han considerado, y la fruta se está pudriendo en el suelo y la mezcla podrida de las tinajas de vino está envenenando el aire. Y prueba el vino... nada de sabor a uva, sólo sulfato y ácido tánico y alcohol. Esta pequeña huerta será parte de una gran propiedad el año próximo, porque las deudas habrán ahogado al propietario. El viñedo pertenecerá al banco. Sólo los grandes propietarios pueden sobrevivir porque también son suyas las conserveras... ...La podredumbre se extiende por el Estado y el dulce olor es una desgracia para el campo. Hombres que pueden hacer injertos en los árboles y hacer la semilla fértil y grande, no saben cómo hacer para dejar que gente hambrienta coma sus productos. Hombres que han creado nuevos frutos en el mundo no pueden crear un sistema para que sus frutos se coman. Y el fracaso se cierne sobre el Estado como una enorme desgracia. Los frutos de las raices de las vides, de los árboles, deben destruirse para mantener los precios, y esto es lo más triste y lo más amargo de todo. Cargamentos de naranjas arrojados en el suelo. La gente vino de muy lejos para coger la fruta pero no podia ser. ... hombres con mangueras arrojan chorros de queroseno en las naranjas y se enfurecen ante semejante crimen y se enfadan con la gente que ha venido por la fruta. Un millón de personas hambrientas, que necesitan la fruta... y el queroseno rociado sobre las montañas doradas. Y el olor a podrido llena el campo... ...eso es un crimen que va más alla de la denuncia. Es una desgracia que el llanto no puede simbolizar. Es un fracaso que supera todos nuestros éxitos. La tierra fértil, las rectas hileras de los árboles, los robustos troncos y la fruta madura. Y niños agonizando de pelagra deben morir por no obtenerse un beneficio de una naranja. Y los forenses tienen que rellenar los certificados -murió de desnutrición- porque la comida debe pudrirse, a la fuerza debe pudrirse. La gente viene con redes para pescar en el río y los vigilantes se lo impiden; vienen en coches destartalados para coger las naranjas arrojadas, pero han sido rociadas con queroseno. Y se quedan inmóviles y ven las patatas pasar flotando, escuchan chillar a los cerdos cuando los meten en una zanja y los cubren con cal viva, miran las montañas de naranja escurrirse hasta rezumar podredumbre, y en los ojos de la gente re refleja el fracaso; y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y cogen peso, listas para la vendimia"
John Steinbeck . Las uvas de la ira. 1939
Aterroriza darse cuenta de lo poco que hemos evolucionado en casi cien años, que la gente siga muriendo de hambre mientras los responsables de los sectores agroindutriales siguen tirando a la basura toneladas de alimentos, mayormente por ineficiencias del mercado. Las grandes empresas expendedoras, tiran infinidad de productos por estar cercana su fecha de caducidad. Al respecto se puede ver el documental de Agnes Vardá "Los espigadores y la espigadora" en la que vemos como en Francia, patatas de menos de 3 centimetros pero de más de 7 se quedan fuera de la cadena de distribución comercial y son desechadas; también vemos como en el pais galo, puntero del desarrollo y buque insignia de la Unión Europea, hay gente que por necesidad, vive literalmente de lo que se tira a la basura.
¿Cómo es que en esta era de Internet, de fibra óptica, de terapias con celulas madre, de nanotecnología, de estaciones espaciales, de robots y micro-cirugia mediante inteligencia artificial; todavia ocurren estas cosas? ¿Cómo es que en el mercado mayorista de Sevilla se tiran a la basura 10 contenedores llenos de plátanos mientras hay niños muriendo de hambre?
¿Porqué los grandes gurús internacionales de la economia no han diseñado mecanismos para rentabilizar la comercialización y distribución de todos esos alimentos que se tiran a la basura? Sería una interesante línea de investigación, porque todos saldriamos ganando, empezando por el ambiente, ya que los desenfrenados ritmos de producción agroalimentaria actual no son sostenibles, y lo peor es que tal depredación del planeta se hace para que mucha de esa comida acabe en la basura, intacta.
Creo que el abuelo Steinbeck fué uno de los primeros "indignados", tal como lo plantearía hoy en dia Stéphane Hessel. Si viviera en la España de hoy, seguramente lo podriamos encontrar en Madrid, en la Puerta del Sol, o en la Plaza de las Setas de Sevilla.
Ojalá este despertar de los jovenes españoles no quede en los mismos resultados que Steinbeck obtuvo con su denuncia hace casi cien años.