
Hace algunas semanas publiqué una nota sobre la estética de la infelicidad, sobre esa afición que tiene nuestra sociedad actual por la desgracia, por la abyección, por esos matices claroscuros y que se me antojan dibujados a carboncillo; que desprende la tristeza, el miedo, la inseguridad, las adicciones, la rabia, la injusticia, la tragedia. Hace un par de días repasaba el Requiem a los sueños de Aronofski y creo que era un compendio de estética de la infelicidad, con todo y la magistral banda sonora de Mansell.
Entonces hoy, leyendo a Nietzsche, me encuentro con una frase que John Cleese (ex Monty Phyton), actor y guionista de la genial comedia "Un pez llamado Wanda" (1988) pone en boca del personaje de Otto West (interpretado por Kevin Kline que le valió el Oscar a actor secundario). La frase de Nietzsche que cita Otto es la siguiente:
"Casi todo lo que llamamos una civilización superior se basa en la espiritualización y la profundización de la crueldad" Friedrich Nietzsche. Más allá del bien y del mal. 1886
Esa frase me impresionó bastante, principalmente porque yo no podría estar más de acuerdo, pero también porque yo jamás podria haber sido tan grandilocuente como para expresarlo de esa manera. Creo que en este mundo en el que vivimos suele predominar nuestro lado malo y cruel, tal como lo demuestra el capitalismo o el evolucionismo de Darwin en el que sólo sobreviven los más aptos.
"Un pez llamado Wanda", es una de las mejores comedias que he visto, pero que paradójicamente cita en varias oportunidades al nihilista Nietzsche. Entonces hoy, leyendo el libro del que John Cleese sacó la frase, me encuentro con el resto del texto de ese aforismo, y me parece que está muy relacionado con mi anterior post de la estética de la infelicidad. Fijarse en lo que sostiene el autor alemán:
"Lo que produce la dolorosa voluptuosidad de la tragedia es la crueldad; lo que nos origina una emoción agradable es la llamada piedad trágica, e incluso en todo lo que es sublime, y hasta en los estremecimientos supremos de la metafísica más sutil, no debe su dulzura más que al ingrediente de la crueldad que se le mezcla. Lo que agradaba a los romanos en el circo, a los cristianos en el éxtasis de la cruz, a los españoles en los autos de fe o en las corridas de toros; lo que agrada en nuestros dias a los japoneses que se agolpan en el teatro, al obrero parisiense que tiene la pasión de las revoluciones sangrientas, a la wagneriana que, abolida toda voluntad, de pasar sobre si la música de Tristán; lo que todos saborean, lo que aspiran a beber con místico ardor es el filtro de la gran Circe, cuyo nombre es Crueldad" (Más allá del bien y del mal, Aforismo 229).
Habla además Nietzsche de que esa afición a la crueldad incluye la que se ejerce con uno mismo: mortificarnos, preocuparnos, intranquilizarnos, incluso la infinita necesidad de obtener conocimiento, el filosofo nos recuerda que en toda voluntad de saber, hay siempre una gota de crueldad.
Es curioso que sea a través del genial y divertido film "Un pez llamado Wanda" donde haya encontrado la reveladora verdad acerca de la diosa Circe. La cual no es lo que hasta ahora habiamos pensado de ella.